viernes, 23 de marzo de 2012

Análisis de "Conan el bárbaro" de Roy Thomas y Barry Windsor-Smith


La revolución estética y temática que experimentó la historieta norteamericana durante las décadas de los años sesenta y setenta, no fue producto de la inquietud de ciertos inversores inteligentes o de guionistas receptivos a los gustos de un público en potencia. Todo lo contrario. Fue un grupo de autores de vanguardia, unos muy expertos en los resortes de la narrativa gráfica, otros imbuidos en las corrientes artísticas del momento, los artífices del éxito de un modelo editorial con escasa transcendencia cultural y alta dosis de entretenimiento efímero.
Fueron creadores, por tanto de la talla de Jack Kirby, Neal Adams, Jim Steranko, Gene Colan, Gil Kane, Alex Toth o Barry Smith, los que dotaron de categoría a unos comic-books de Marvel que estocásticamente analizados sólo han aportado puntuales hitos en la historia del medio.
La obra del último de los arriba mencionados, Barry Windsor-Smith ( Londres, 1949) supone indiscutiblemente uno de esos hitos, particularmente los suscritos al ciclo de aventuras de Conan, personaje extraído de la obra literaria del tejano Robert E. Howard.
La decisión de llevar al bárbaro cimmerio a los comics fue tomada en base a la demanda de un público interesado en ver dibujados los relatos del héroe redistribuidos a finales de los años sesenta. El guionista Roy Thomas (Missouri, 1940) aceptó el encargo de escribir la serie, a regañadientes en un principio, para luego volcarse en la crónica en viñetas del guerrero con tal pasión que ha constituido su mejor labor de su carrera en los comics. La elección del dibujante se guió por imperativos económicos en base al poco dinero destinado a tal serie, insuficiente para cubrir los honorarios de un John Buscema o un Gil Kane, más en boga por entonces.
Smith era solamente un jovenzuelo británico, una suerte de trasunto de Kirby cuando abordaba la mesa de dibujo con más ilusión que oficio, y remiso a dejar los E.E.U.U. sin la oportunidad de dibujar superhéroes.
A Conan lo trató con distanciamiento y desconfianza al comienzo, para luego hacer de él un personaje sobre el que cristalizar su evolución gráfica y sus inquietudes artísticas ( una mixtura de Art Decó, Art Nouveau, Prerrafaelismo y Pop Art). Sin prestar atención al poso literario truculento y agresivo de las narraciones originales, Smith abordó veintidós comic-books, en Conan the Barbarian, y media docena de historietas a blanco y negro, en los magazines The Savage Sword of Conan y Savage Tales, que se deshereda muy pronto del poderoso y mayestñatico influjo de Kirby, abriendo paso a un estilista del comic sin parangón en su época. Irreverente, ególatra y soberbio, el autor inglés rehusa a la ecuanimidad icónica y a la prudencia del discurso propio del comic-book e incorpora esquemas gráficos y resortes narrativos por completo virgueros y sorprendentes. Con ello da una dimensión nueva al personaje de huraño, indómito y brutal, morador de un mundo insalubre e inhóspito, en manos del dibujante inglés pasa a ser inseguro, romántico, incluso candoroso, y vagando en un paisaje cuajado de parajes y ciudades radiantes.
No es este Conan prístino, sin embargo, un logro por su capacidad de epatar a la adolescencia, su sutilidad o su barroquismo. No, lo es por el innato potencial de narrador de su dibujante primero, y por su aportación al campo de la historieta. Pues Smith plasmó en sus viñetas algo más que los sobrecargados pero correctos guiones de Thomas, se entro metió en la labor de guión, experimentó sobre el diseño de página, multiplicó el número de viñetas, eludió las onomatopeyas, concibió secuencias silentes como apremio a la suspensión del relato, construyó personajes secundarios de res dimensiones, fue generosos con los detalles, la puesta en escena y los guiños, recargó deliciosamente sus viñetas y labró dos historietas míticas en las series del personaje que ningún autor podrá jamás superar: The Song of red Sonja ( Conan the Barbarian nº 24 ) y Red Nails ( Savage Tales nºs 2 y 3).
No obstante, todo el Conan de Smith resulta en conjunto un muestrario evolutivo de un historietista polémico y refinado que ya forma parte de los mejores tebeos de todos los tiempos y merecedor de una longevidad y revisitación constante fuera de toda duda.
Manuel Barrero 101 comics para recordar.
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