La
revolución estética y temática que experimentó la historieta
norteamericana durante las décadas de los años sesenta y setenta,
no fue producto de la inquietud de ciertos inversores inteligentes o
de guionistas receptivos a los gustos de un público en potencia.
Todo lo contrario. Fue un grupo de autores de vanguardia, unos muy
expertos en los resortes de la narrativa gráfica, otros imbuidos en
las corrientes artísticas del momento, los artífices del éxito de
un modelo editorial con escasa transcendencia cultural y alta dosis
de entretenimiento efímero.
Fueron
creadores, por tanto de la talla de Jack Kirby, Neal Adams, Jim
Steranko, Gene Colan, Gil Kane, Alex Toth o Barry Smith, los que
dotaron de categoría a unos comic-books de Marvel que
estocásticamente analizados sólo han aportado puntuales hitos en la
historia del medio.
La obra del
último de los arriba mencionados, Barry Windsor-Smith ( Londres,
1949) supone indiscutiblemente uno de esos hitos, particularmente los
suscritos al ciclo de aventuras de Conan, personaje extraído de la
obra literaria del tejano Robert E. Howard.
La decisión
de llevar al bárbaro cimmerio a los comics fue tomada en base a la
demanda de un público interesado en ver dibujados los relatos del
héroe redistribuidos a finales de los años sesenta. El guionista
Roy Thomas (Missouri, 1940) aceptó el encargo de escribir la serie,
a regañadientes en un principio, para luego volcarse en la crónica
en viñetas del guerrero con tal pasión que ha constituido su mejor
labor de su carrera en los comics. La elección del dibujante se guió
por imperativos económicos en base al poco dinero destinado a tal
serie, insuficiente para cubrir los honorarios de un John Buscema o
un Gil Kane, más en boga por entonces.
Smith era
solamente un jovenzuelo británico, una suerte de trasunto de Kirby
cuando abordaba la mesa de dibujo con más ilusión que oficio, y
remiso a dejar los E.E.U.U. sin la oportunidad de dibujar
superhéroes.
A Conan lo
trató con distanciamiento y desconfianza al comienzo, para luego
hacer de él un personaje sobre el que cristalizar su evolución
gráfica y sus inquietudes artísticas ( una mixtura de Art Decó,
Art Nouveau, Prerrafaelismo y Pop Art). Sin prestar atención al
poso literario truculento y agresivo de las narraciones originales,
Smith abordó veintidós comic-books, en Conan the Barbarian, y media
docena de historietas a blanco y negro, en los magazines The Savage
Sword of Conan y Savage Tales, que se deshereda muy pronto del
poderoso y mayestñatico influjo de Kirby, abriendo paso a un
estilista del comic sin parangón en su época. Irreverente, ególatra
y soberbio, el autor inglés rehusa a la ecuanimidad icónica y a la
prudencia del discurso propio del comic-book e incorpora esquemas
gráficos y resortes narrativos por completo virgueros y
sorprendentes. Con ello da una dimensión nueva al personaje de
huraño, indómito y brutal, morador de un mundo insalubre e
inhóspito, en manos del dibujante inglés pasa a ser inseguro,
romántico, incluso candoroso, y vagando en un paisaje cuajado de
parajes y ciudades radiantes.
No es este
Conan prístino, sin embargo, un logro por su capacidad de epatar a
la adolescencia, su sutilidad o su barroquismo. No, lo es por el
innato potencial de narrador de su dibujante primero, y por su
aportación al campo de la historieta. Pues Smith plasmó en sus
viñetas algo más que los sobrecargados pero correctos guiones de
Thomas, se entro metió en la labor de guión, experimentó sobre el
diseño de página, multiplicó el número de viñetas, eludió las
onomatopeyas, concibió secuencias silentes como apremio a la
suspensión del relato, construyó personajes secundarios de res
dimensiones, fue generosos con los detalles, la puesta en escena y
los guiños, recargó deliciosamente sus viñetas y labró dos
historietas míticas en las series del personaje que ningún autor
podrá jamás superar: The Song of red Sonja ( Conan the Barbarian nº
24 ) y Red Nails ( Savage Tales nºs 2 y 3).
No obstante,
todo el Conan de Smith resulta en conjunto un muestrario evolutivo de
un historietista polémico y refinado que ya forma parte de los
mejores tebeos de todos los tiempos y merecedor de una longevidad y
revisitación constante fuera de toda duda.
Manuel
Barrero 101 comics para recordar.
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