Por un lado tenemos los santos:
un Andy Kubert que se hizo un nombre dibujando “X-Men”, que cada día dibuja
mejor y hasta ha aprendido a hacer planos generales que sirvan para algo. Ah, y
es visualmente fluido, llevando la vista del lector por la página con
competencia y habilidad. Lástima que esa fluidez carezca de dramatismo y que no
esté al servicio de la narración. O sea, cuando debe poner un primer plano para
acentuar el dolor pone un plano americano, los planos son poco dramáticos u
ordenados de mala manera, etc. Resumiendo, es adrenalina pura con poca emoción
dentro.
Y tenemos al de las letras: un
Mark Waid, profesional, competente y que enfoca al personaje desde una
discutible crisis de mediana edad derivada de los tiempos en que Kazar era un
personaje en manos del excelente Bruce Jones. Pero, opiniones personales al
margen, es un buen dialoguista que sabe crear eficaces escenas de acción y conoce
de sobra lo que hace falta para contar una historia entretenida.
El conjunto es un tebeo bonito de
acción constante y poca chicha que resulta más apreciable cuando se lee de un
tirón toda la historia (que abarca los catorce primeros números). El firmante
de esto ha disfrutado mucho pese a la carencia de emoción auténtica y a los
errores del guionista por parchear los errores del dibujante y lo recomienda
vivamente.
Eso sí, todo aquel que no esté de
acuerdo con el contenido de los dos primeros párrafos de esta reseña haría bien
en pasarse y comprarse, no sé, ¿el Elric, tal vez?
Félix Buendía en Slumberland nº 30, 1998
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