Han
pasado ya muchos años desde que el inimitable Franquin creara a
Spirou, un joven y aventurero botones (Como el Sacarino) al que
siempre ha acompañado su fiel amigo Fantasio. Y, como todo lo que
inventa Franquin, la serie vino acompañada de éxito. Un éxito tal
que dio pie al nacimiento de otras series “hijas” más o menos
directas de la divertida pareja. Por un lado, uno de los personajes
secundarios de aquella serie, el Marsupilami, se convirtió en la
niña de los ojos de Franquin, que llegó a crear su propia editorial
para seguir publicándolo: Marsuproductions. Por otro, Dupuis pensó
que aquella mina no había dado de sí todo lo que podía, así que
se sacaron de la manga al “pequeño” Spirou. Un Spirou que no es
hermano del otro, sino él mismo, pero de pequeño. Los encargados de
darle vida fueron, precisamente, los mismos que habían tomado las
riendas de la serie madre después de Franquin, o sea Tome y Janry,
que, si quizá no han sido capaces de mantener el nivel en Spirou y
Fantasio, sí lo han conseguido hacer con el Pequeño.
El Pequeño Spirou, que ya en su tierna infancia viste uniforme “botonero”, es un auténtico pillo, capaz de las gamberradas más descerebradas. Vamos, una especie de Calvin, pero a la francesa. Unos buenos guiones, una bien pensada galería de personajes y el recuerdo que todos tenemos de la mala baba que gastamos de niños lo han puesto ahí, entre los buenos comics de nuestro tiempo. Llega ahora una nueva entrega de la edición española que ha conseguido superar las tan cacareadas crisis (puede que ayudado por su publicación semanal en el Pequeño País) y eso ya es toda una garantía.
El Pequeño Spirou, que ya en su tierna infancia viste uniforme “botonero”, es un auténtico pillo, capaz de las gamberradas más descerebradas. Vamos, una especie de Calvin, pero a la francesa. Unos buenos guiones, una bien pensada galería de personajes y el recuerdo que todos tenemos de la mala baba que gastamos de niños lo han puesto ahí, entre los buenos comics de nuestro tiempo. Llega ahora una nueva entrega de la edición española que ha conseguido superar las tan cacareadas crisis (puede que ayudado por su publicación semanal en el Pequeño País) y eso ya es toda una garantía.
Juanjo Porrá
Slumberland nº 18, 1996
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