Primera
noticia: Robertson sigue mejorando. Su imaginación visual continua
siendo escasa (grave problema para una serie futurista), y su puesta
en escena, si bien algo menos deslabazada, bastante pedestre. Pero,
por contra, su Spider Jerusalem es una creación cada vez más viva y
carismática. Un bastardo adorable. Segunda noticia: Al comienzo de
esta nueva saga de Transmetropolitan, los EEUU se encuentran en plena
campaña electoral. Spider Jerusalem, columnista del diario La
Palabra, se muestra reacio a inmiscuirse en ella. La última vez que
lo hizo acabó en un autoexilio forzado (el retorno de ese exilio
supuso el arranque de la serie, como vimos en las primeras entregas
de la misma). Sin embargo, sabemos que esa reticencia no puede durar.
Conocemos a Jerusalem y, sobre todo, conocemos a Ellis. Como bien
dijo Trajano bermudez en estas mismas páginas, Spider Jerusalem,
bajo su coraza de cinismo y sarcasmo, es uno de los últimos héroes
románticos de la historieta. Lógicamente, esto mismo es aplicable a
Ellis: este tono ácido. Irreverente y provocador (que a muchos
repele), esconde un mensaje humanista e idealista.
Sabemos que la pasión de ambos por escupir palabras (o sea, ideas) al mundo no puede ser cohartada. Sabemos que el circo electoral es un blanco ideal para su veneno literario. Sabemos que va a ser un festín. Que aproveche.
Sabemos que la pasión de ambos por escupir palabras (o sea, ideas) al mundo no puede ser cohartada. Sabemos que el circo electoral es un blanco ideal para su veneno literario. Sabemos que va a ser un festín. Que aproveche.
J. Edén,
volumen dos 7, 2000
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Comics de Transmetropolitan
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