El
sello Vertigo Verité es un invento que DC se ha sacado de la manga
ante la asfixiante evidencia de que Vertigo “normal” había sido
secuestrado por una horda de brujas, vampiros, semidioses y demás
gilipolleces. Con esta excusa, se abre una puerta a obras muy
diversas, de las que sólo me atrevo a señalar algunas
características comunes: contenidos adultos (al menos en cuanto
rozan con los límites formales de la censura) y rechazo de los
géneros más sobrados en el cómic como fórmula rutinaria de
trabajo. Este par de características se reconocen en Girl, miniserie
destinada a provocar perplejidad y desprecio en la mayoría de los
lectores. Lo primero, por la trama, que no encuentra puntos de
contacto con casi ninguna de las series que nos vienen encima cada
mes. En Girl se repasa frenéticamente la vida íntima de una
adolescente y su entorno urbano, en un paseo cargado de humor negro
que salta entre los vertederos de basura y las alucinaciones, lo que
apunta a un obvio parentesco con ciertas cosas que se están haciendo
ahora en cine y literatura (sí, sí, por supuesto que Trainspotting,
al fin y al cabo, Milligan es británico), y la sitúa en una
distancia enorme de las fantasías heroicas que llena al resto de la
producción de historietas mundial. Lo segundo, porque, de la misma
manera que el argumento se desmarca de lo trillado en este medio, el
guión tampoco respeta los convencionalismos más cansinos, evitando
deliberadamente estructuras archisabidas hasta rematarlo con el
morrocotudo final, premeditadamente orquestado para producir
cortocircuitos cerebrales.
Pero si Milligan esta vez sale del paso
con muy buena nota, el que realmente deslumbra es Duncan Fegredo, que
demuestra sabiduría profesional y astucia para sacarle el máximo
partido a su elegante estilo. Fegredo es grande, y aquí se crece. Y
Girl no se parece a nada que vayas a encontrar en el quiosco este
mes.
Trajano
Bermúdez en Slumberland nº 22, 1997.
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